miércoles, 10 de septiembre de 2014

Adrián García Beltrán un poeta ripense en ciernes

Uno de mis primeros entrevistados, en enero, fue Adrián García Beltrán, un ripense de 21 años, ex-alumno del Instituto Duque de Rivas y ahora estudiante en Administración. Siempre me ha parecido un chico muy sensible, con una conversación agradable, que le gusta el Blues y la literatura. Pues me acabo de enterar que también escribe y que cuelga sus textos en un blog. Hoy nos regala una de sus creaciones que se llama "El último reencuentro". Os invito a echarle una mirada y a animar este tipo de iniciativa que muestra que nuestra juventud no solo es de juegos de guerra, ni juegos de hambre, ni juegos de zombies, que también de vez en cuando, se alumbra una luz inspiradora, prometedora y creativa que nos hace pensar que a lo mejor todo no está perdido.

Para los que quieran ver su blog es mrmosty.blogspot.com.

"Y sentado en el mismo rincón de siempre esperaba pasar las horas, más que nada para poder hacer mi apuesta de si dormir esta noche o pasarla despierto. Un golpe repetitivo sonó en la puerta principal y mi corazón comenzó a latir de una forma alterada, pues no esperaba visita a estas horas de oscuridad.

Abrí el portón saciando mi curiosidad. En lugar de eso hallé otro mal peor que la ignorancia, era el recuerdo.

-¿Qué haces aquí?- Pregunté a esa presa que ya se había escapado.
-Vine a ver como estabas- Mentía, lo se, lo siento.
-Puedes comprobar que aún me mantengo en pie, aunque solo sea por el momento- Mis piernas flojeaban.
-¿Me dejarás pasar, o terminaremos la conversación en este punto?

Y con recelo aparte mi desfigurado cuerpo gastado por el tiempo, haciendo un amago de sonrisa en mis labios. Lo interpretó como un insulto, pero pese a ello no devolvió ninguna represalia.

-Hacía tiempo que no volvía a esta casa.
-Tiempo que tú pusiste entre nosotros- Debo medir mis palabras.
-No me seas tan chulesco. Bien sabes que fue culpa de ambos- Razón tenía
-Pero me gusta hacer culpa en otros. Ya me conoces.

Las gotas de lluvia empezaron a golpear los cristales de las ventanas. Era un sonido que siempre me gustó, pero esa noche lo tomé como un mal augurio. Las luces de las velas se entrecortaban, creando un mensaje en código morse, contando su miedo de ser apagas.

-Te ofrecería algo de beber, pero no deseo que te quedes mucho tiempo.
-Estás demasiado afectado por todo lo que está pasando.
-Bueno, me afecta porque soy el único afectado.
-¡Eso es mentira!- Mis ojos se sorprendieron a ese sobresalto.
-¿Y en qué miento?
-En que yo también salí mal parada.
-Pues lo llevas con mucho encanto- y un chascarrillo hizo mueca en mi boca dentada.
-Vas a ser siempre el mismo gilipollas.
-Eso lo llevo con más encanto yo.

El viento hizo armonía con la lluvia y empezó a percutir en toda la casa.

-El tiempo se entendió con mis sentimientos- agaché la cabeza-Es curioso como yo mismo me lo cuento-
-Tu decías que siempre sale el sol cuando pasa la tormenta-
-Pero nunca te dije que ese sol quema más de lo que puedo soportar- coloqué las manos sobre la mesa y con impulso me levante.
-Déjame ayudarte.
-¿De verdad quieres ayudarme?
-Con todo mi corazón.

Cogí un cuchillo que había en la mesa, sucio, de haber cortado alguna que otra comida anterior.

-Tómalo, con fuerza- cogí su mano y puse la empuñadura, cerrando y así creando un puño.
-¿Qué pretendes hacer?-notaba como temblaba.

Coloqué la punta del cuchillo en mi garganta.
-De un golpe, se certera o me veras con más sufrimiento del que tengo-
-¡No puedo hacer eso!-las lágrimas brotaban de sus mejillas. Se resistía a mantener la mano amenazante, pero mi fuerza no la dejaba marchar.

-Clávame el cuchillo ahí, en la garganta, donde las palabras me matan, quemando como un vaso de agua hirviendo-ahora era yo él que temblaba-¡Clávame el cuchillo en el único lugar donde podría erradicar todo mi mal!
-¡Nunca podré hacer eso!-consiguió zafarse de la mano que la tenía presa.
-¡Entonces no tienes nada que hacer aquí!¡Márchate!-golpeé la mesa con ambos puños cerrados.

Ella desapareció sin mediar palabra. El frío acariciaba mi garganta ahora y al tocar una gota de sangre bajaba, buscando el suelo en su interminable viaje.

-Has fallado y ahora si estoy herido de verdad."

ADRIÁN GARCÍA BELTRÁN

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